Solo sus admiradores más devotos saben que el pasatiempo favorito de Stanley Kubrick era el ajedrez.
El realizador estadounidense era un jugador notable que antes de
empezar su carrera en el cine había sido ajedrecista de parque en Nueva York,
donde pasaba 12 horas diarias moviendo fichas por dinero, y que durante
los rodajes de sus películas solía sacar tiempo para retar a miembros
del reparto y del equipo técnico, y jugar largas partidas en las que
casi siempre resultaba intratable. Kubrick, como muchos aficionados, no
solo se divertía, sino que al parecer entendía que había una suerte de
sabiduría que emanaba del juego de la cual se beneficiaba cuanto más
practicaba. «Te sientas frente al tablero y súbitamente tu corazón
palpita ¿dijo una vez¿. Tu mano tiembla al sujetar la ficha y moverla.
Pero lo que el ajedrez te enseña es que debes sentarte ahí
tranquilamente y pensar si es realmente una buena idea, o si hay otras
ideas mejores».
Lo que el ajedrez te enseña: la corriente que considera que este juego cerebral y forjador de mitos tiene propiedades pedagógicas
ha hecho elocuentes avances en los últimos años, y tras desbordar las
fronteras de la antigua esfera soviética lentamente permea el occidente de Europa.
Muy lentamente. Que es más que un juego o un deporte, según se mire,
que su práctica forma y enseña valores y que debería formar parte de la
enseñanza infantil son los tres puntales de un discurso que obtuvo su mejor homenaje a comienzos del 2012, cuando el Parlamento Europeo
aprobó una declaración a favor de introducir el ajedrez en las
escuelas. Al amparo de ese texto se han tomado muchas iniciativas desde
entonces, y resulta notable que sea España uno de los países donde el
ajetreo ajedrecístico es mayor.
MAURICIO BERNAL / Barcelona
Vía | El Periódico
No hay comentarios:
Publicar un comentario